Resumen:
La mujer por largo tiempo ha atravesado caminos difíciles en su propio encuentro personal, casi siempre su actuar ha sido silente y sin apoyo, encerrada entre las paredes de su hogar primero como hija o hermana, luego como madre o abuela, esposa o amante, compañera o amiga; identificada con una definición más que biológica por su sexo, por las costumbre ancestrales y culturales de la sociedad que la distingue por su género, dentro de un contexto patriarcal, que por siglos le ha otorgado al hombre el poder y el ejercicio de las decisiones fundamentales. Por tradición se acepta el oír decir que “detrás de un gran hombre hay una buena mujer”, este es un proverbio de hechos ciertos, pero que resalta el rol secundaria que se le ha dado a la mujer dentro de nuestra sociedad, de ayuda solidaria, no competitiva, capaz de inigualables sacrificios por los que ama, de grandes acciones, ejercidas desde la sombre, relegada y muchas veces en el anonimato. Pero como actora social, la mujer que está llena de sensibilidad, de compasión, de bondad, de afabilidad, siempre ha tenido esa preocupación latente por la justicia e injusticia, más que por la carencia de un adecuado nivel de vida o de identidad a causa de la explotación y la opresión de la que ha sido objeto.