Resumen:
Ningún tratadista serio, o que se precie de tal, ha hablado de “populismo” con la connotación que al término, se ha dado por dar, hoy en día. Resulta irónico que quienes nunca se han nutrido de Pueblo, que jamás se han dolido de él, ni de sus esperanzas, quieran, con beneficio de inventario, la paternidad de sus afanes y se enarbolen, ellos solos, al sitio que esquivo les negó el destino y antipático hubiese resultado a la Historia y a la misma especie humana. Ser “popular” es fácil en nuestro domestico medio; todo, representar dinero, alcurnia, don de gentes o algo parecido a ser simpático. Caretas de la realidad que se lleva por dentro. Pero, ser “populsita”, tener popularidad genuina, ayer, entonces, mañana o nunca, requiere e impetra, reclama y demanda, impone y obliga otras condiciones, un poco ms serias y, fundamentalmente, una resolución ante la vida, una definición frente a los problemas cotidianos y un enfrentar indeclinable a la gran amalgama de conflictos que constituyen la tremenda realidad de conducir una y más generaciones, que buscan y anhelan un destino o, por lo menos, una semblanza de futuro. Ser autentica angustia de querer ser, lo que definitivamente, llevan incluidas las almas profundas; ser el Hombre. “La palabra es un sacramento de muy delicada administración”, dice, Ortega y Gasset y dice bien. La palabra penetrante, incisiva, sinceramente agresiva, elocuente lanzada, requiere un hombre que le haga suya, con atracción y “carisma”.