Resumen:
Cuando se diseñaron, y entraron en funcionamiento, la planta de refinación de derivados del petróleo, en 1977; y la industria de generación eléctrica, en 1980; se pensó únicamente en los réditos económicos, que debían rendir esta inversión financiera – tecnológica; pero irresponsablemente los calculistas, se olvidaron de ese gran capital: EL SER HUMANO; para este, que es la razón de existencia de la sociedad, no hubo planificación alguna, para asegurarle una muy buena salud. Por ello no se organizaron estudios, para actuar a tiempo, del impacto que sobre el medio ambiente, que sobre nuestra ciudad y lugares aledaños, iban a tener estas industrias.
En definitiva no se aplicaron las experiencias, que sobre este aspecto, existían en otras latitudes, conociendo generalmente que las causas de la contaminación química, están íntimamente vinculados a la operación de la planta, a deficiencia en el proceso o en la instalación, a fallas estructurales y de gestión, y a la falta de políticas ambientales de control y legislación.